…sentir los reflectores, el público, el ritual de los griegos… pisar un escenario llena mi vida, afirma Ricardo Medel Peregrina, que en su personaje de el Payaso “Tink” hace un acto de equilibrio en Rola-Rola.
A punto de graduarse como Licenciado de Artes Escénicas y Circenses Contemporáneas, en la Universidad Mesoamericana de Puebla, aún recuerda sus inicios en la calle con devil sticks (golos de fuego) y danzas africanas, así como lo equivocados que estaban quienes con desprecio afirmaban “ustedes son maromeros, hacen arte callejero y de ahí no van a pasar… “
Más que como payaso, habla como filósofo saboreando cada palabra, mientras gesticula desde el corte mexicano de su rostro que recuerda a los artistas de carpa, como “Cantinflas”.
“No todos los que nacen para ser artistas lo son: no se han probado a sí mismos”, afirma.
Aunque con la convicción de que artista se nace, reconoce que la formación académica permite un orden y acorta el tiempo para alcanzar la meta.
El desarrollo artístico tiene que ver más bien con el desarrollo humano, y la escuela mexicana de circo está más allá de quienes sólo buscan sobresalir, aquí se ofrece sustento, conocimiento y se llenan las necesidades del alma, pues hay un verdadero compromiso de alcanzar una formación profesional, un conocimiento sin egolatrías, sino como parte del ser.
"En 2002 empecé a hacer malabares con fuego, luego de haber visto en Oaxaca a un artista argentino que así recorría el mundo, así el arte me encontró, descubrí mi propósito, mi necesidad de ser artista, de abrazar mi libertad" –refiere; aunque desde niño tuvo apertura hacia la música, la pintura y la escultura, por la estimulación temprana de su padre, maestro de profesión.
Tras una adolescencia de problemas con la autoridad y prejuicios hacia lo académico y lo institucional, dejó la escuela al finalizar la preparatoria decidido a no estudiar.
El encuentro con el arte abrió para Tink la oportunidad de conocer, aprender y viajar. Así, luego de formar parte del ballet del Safari Nocturno de Africam Safari en Puebla, con amigos que estudiaban formalmente teatro se adentró en el conocimiento de Stanilavski o Chaplin, mientras que en cuanto a trabajo lo mismo fue promotor de boletos, diseñador de dibujos para tatuajes, que albañil.
Todo esto le permitió ir a Italia como artista de calle al festival de Orvietto y el Festival de Porano, y una visita a Roma a ver el arte de calle. Con esa semilla en el corazón llegó nuevamente a México a continuar la búsqueda desde los ritmos guineanos, con el ballet La Segua en colaboración con el ayuntamiento de Puebla, luego algunas presentaciones en el Teatro La Cloaca, y la incursión en danzas mexicanas y otras actividades en el Ocelocalli “Casa del Jaguar y la sabiduría”.
Algo que marcó mi vida fueron las palabras de mi padre: “un día me voy a morir y tú tienes que ganarte la vida. No importa lo que hagas, hazlo bien. Para eso hay que estudiar, probar y experimentar para perfeccionar el quehacer. Deja de preguntarte, y empieza a hacer, ese quehacer te va a formar. No es qué quieres ser, sino qué quieres hacer”.
Su escasa formalidad le impidió el crecimiento artístico, Ricardo Medel aceptó un trabajo formal como parrillero al que conjuntaba un show aventando las palas con las que cocinaba. Las depresiones empezaron: añoraba ser zanquero y clown, pero para los inicios del 2008 no había donde estudiar en México.
Pronto llegó la oportunidad: se abrió la Licenciatura en Circo en México, ninguna otra escuela en Iberoamérica ofrecía estudios de este nivel. Aceptó el reto de cumplir en 10 cuatrimestres con la formación y ya el año pasado formó parte de la trouppé mexicana que participó en el Festival Internacional Circuba 2010, ahora prepara ya el acto final como solista, un número de equilibrio en una tabla sobre los cilindros de Rola-Rola en la que puede alcanzar hasta tres pisos, y el número cómico del Vampiro, que le ha dado fama en las presentaciones públicas de la Universidad Mesoamericana de Puebla.
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