Visita de Ramón Vázquez al Centro Mexicano de Desarrollo de las Artes Circenses, Puebla, 27/04/2012 |
Al expresar sus apreciaciones sobre el lugar que ocupa el circo en el mundo del espectáculo, señaló que no obstante el adelanto tecnológico que anteponen otros trabajos escénicos, el circo es un lugar de nostalgias, donde las mejores vivencias de nuestra niñez se recrean y se comparten en el tiempo por todas las generaciones: abuelos, padres, hijos y nietos, hecho que lo hace insuperable, “pues está apegado a los recuerdos más fuertes, aquellos que se guardan desde la niñez, por eso el circo seguramente no desaparecerá jamás”.
Acompañado de su sobrino David Vázquez, representante de la sección mexicana del circo Vázquez, Ramón reconoció que para los empresarios de circo hoy en día es difícil encontrar artistas formados con el rigor de la disciplina que permita mantener vivo al circo tradicional, el espectáculo por excelencia.
Por ello, mostró su satisfacción por volver a presenciar en la Escuela de Circo de la Universidad Mesoamericana actos que casi han desaparecido de las pistas de circo, producidos ahora con una renovada concepción y ejecución como el número aéreo del bambú, la onda, un dúo en trapecio, escalera en equilibrio, el difícil acto de perchas, entre otros, ya que con el título de artes circenses contemporáneas esperaba encontrar apenas algunos actos de telas o performances que intentan interpretar algún papel dramático. “Abundan en todo el mundo los actos de telas, acotó, reduciendo la enorme variedad de actos que históricamente el circo ha tenido, por lo que me complace la diversidad planteada por ustedes retomando lo mejor de la tradición pero adaptándolo a las formas contemporáneas”.
Felicitó a los jóvenes por abrazar con vehemencia y pasión una de las actividades más difíciles del quehacer humano, que deja callosidades en las manos, pero deja también una gran satisfacción por lo que se hace. Reconoció que ellos sí aman verdaderamente el arte circense porque lo escogieron, lo que no sucede para muchos jóvenes del circo tradicional que lo heredan de sus ancestros. Motivado por el trabajo escénico de los estudiantes, se comprometió a aportar un aparato de trapecios volantes, para reavivar un acto que otorgó tanto prestigio a los artistas mexicanos en el extranjero apenas hace tres décadas.
Recomendó a los jóvenes artistas no olvidar de regalar continuamente al público una gran sonrisa y aprender a otorgar el debido tiempo en la escena para recibir el aplauso, con la idea de compartir el esfuerzo ofrecido al público y recibir de él su reconocimiento a su denodado trabajo artístico.
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